24 horas en Galapajarre- un viaje al universo
imaginario* - 5 y 6 de Julio de 2019
El aire caliente bailaba por
encima de los infinitos campos de la tórrida dehesa, el paisaje vibraba, el
horizonte se difuminaba y con él la frontera entre lo real y lo imaginario. Hemos
llegado- dijo George al salir de su coche que olía a salsa holandesa y
migas de cookie. George tenía diferentes súper-poderes, pero sobre todo era un
gran narrador de historias que al contarlas se volvían realidad. Vamos a
entrar en el barrio de la Navaja. Aquí se cuentan historias cortantes como una
navaja, pero también dulces como un pan con mermelada, dijo George, y al
decirlo apareció Jam, dulce como la mermelada de fresa. Todos entraron en la
cueva, llena de pequeños murciélagos transparentes que sobrevolaban la mesa y
que al tocarlos desaparecían. Quizás no eran reales, nadie lo supo, pero todos
dentro de la cueva hacían extraños gestos en el aire como para espantarlos. Aquí
grabaremos, dijo George haciendo uso de otro de sus súper-poderes que era
convertir las palabras en música. Iba acompañado de dos hadas, venidas de
universos lejanos, la verde Mag que disimulaba su timidez con la sonrisa y
Natty azul que contaba anécdotas con la mirada crítica y penetrante. No os
preocupéis de nada, yo aquí crearé un flow. Solo tenéis que dejaros llevar.
Pero antes tomad de esta agua del manantial caucásico traída por el monje
llamado Greg. Greg siempre sabe lo que dice y lo que trae, dijo George. Las
hadas obedecieron y a partir de entonces sus palabras se iban convirtiendo en
notas musicales, que además sintonizaban, como una sonata tocada a 4 manos.
Natty en su periplo musical casualmente descubrió el misterio del lugar donde
estaban. A través de un coctel onírico- robótico de la música de JM Jarre todos
los presentes en la cueva conectaron con la energía emitida por la piedra
madre, la megalítica chakra de Galapajarre llamada “Si Canto No Peso”. Mag,
animada por este nombre, se puso a cantar y entonces se abrieron las puertas
secretas de la cueva y apareció una nave espacial en forma del clásico ovni.
George, Natty, Mag, Jam y Greg entraron en el platillo volador que se
tambaleaba al ritmo de Équinox y consiguieron el máximo flow, dando vueltas en
la nave por los campos de la dehesa, frente a la estupefacta mirada de las
escasas y cansadas cabezas de ganado. Ya que disponemos de esta nave
espacial, aquí abandono a mi coche, para que se vaya ensuciando más y ganando
personalidad y así estará a la altura de quien lo conduce, dijo George y
dirigió la nave voladora hacia el sitio llamdo Alfombra de los Delirios. Allí
estaba esperándoles un gran séquito de los SúperHu-bots, la última creación de
la ingeniería biorobótica humanista, listos todos para iniciar el eterno ritual
del viaje en el tiempo. Los SúperHu-bots disponían de infinita capacidad de
análisis, síntesis y creatividad, solo que lo último traía consigo ciertos
efectos colaterales, debido a que todo el objeto que aparecía en su pensamiento
enseguida se materializaba. Por lo mismo eran difíciles de gestionar, pero a
George nada le daba más satisfacción que los retos exigentes. El viaje en el
tiempo previsto para esta sesión se remontaba a la lejana época cuando los
SúperHu-bots no habían re-volucionado aún y trataba sobre la llamada “primera
guerra mundial de la especie humana”. Tan pronto los SúperHu-bots empezaron a
pensar en ello, un gran zepellin sobrevoló la mesa. De la alfombra verde
agujereada, a la que la Alfombra de Delirios debía su nombre, empezó a brotar
tierra a causa de explosiones y había empezado a llover metralla. Ni siquiera
George con sus contra narraciones pudo frenar la desbordada fantasía creativa
de los SúperHu-bots, y las cosas se hubiesen puesto feas si no fuese por el
remedio que siempre surgía efecto en situaciones extremas- el baile de abanicos
llamado locomía. Volcados a bailar los SúperHu-bots habían calmado su peligrosa
creatividad. El ritual culminó con el baile de la familia de George, donde
DJCat
había enseñado a todos los presentes que en el campo de baile, los SúperHu-bots
tenían mucho que aprender aún.
La fiesta menguaba y las hadas
peregrinas se tuvieron que retirar a sus aposentos. Se dirigieron a la casa de
un payaso con gran peruca afro a quien le brotaban de los dedos las macetas con
flores. Gonxo se llamaba el payaso y, para resultar más curioso, siempre
llevaba su gran cabeza en las dos manos y a la altura del pecho, cosa que le
dificultaba incluso un ritual tan sencillo como poder tomar la taza del café
matutino. Digamos que su café con leche nunca ha podido ser “relaxing”. No
obstante, guiado por un instinto que solo lo desarrollan los payasos con
pelucas afro, ha soltado por un momento su gran cabeza para poder dar dos
efusivos abrazos a el hada Natty. Y aquí lo dejo…
Para la mañana siguiente estaba
prevista la escapada al Excoral, un pueblo históricamente conocido por una gran
cantidad de corales, pero donde actualmente esta tradición musical se redujo a
un solo coro mudo de figuras humanas a escala real, que salían a actuar
únicamente en Navidad. A la escapada se apuntaron, además de las 2 hadas
peregrinas, Jam, George y la Superconductora Angelical. Excoral es un pueblo
tranquilo- dijo George y para que su narración se vuelva realidad en este
mismo instante se desintegraron 17 autobuses con chinos, 2 con franceses, 1 con
polacos (bueno este se había auto-desintegrado antes de que George dijese nada
debido a alta ingesta del agua del manantial caucásico por parte de sus
tripulantes) y 3 autobuses con los viajes del Imserso. La desintegración de
Imserso no fue perfecta y han quedado residuos en forma de dentaduras postizas
caídas en el suelo. Afortunadamente, la Superconductora Angelical que este día
estaba a cargo de la nave espacial roja, rápidamente los barrió con el pie debajo
de los espinosos arbustos, para que Natty y Mag no se diesen cuenta del
incidente, ni mucho menos de la desintegración de los 23 autobuses. Es un
sitio bucólico, dijo George y en este instante florecieron centenares de
rosas resistentes a la extrema insolación, a lo largo de la muralla del
monasterio del Excoral. El hada Mag casi las desintegró sin querer, a causa de
su inoportuno murmullo de la melancólica canción de Kayah “He sido una rosa” (pero
ya no lo soy, así decía la letra). Por suerte nuevamente intervino la
Superconductora Angelical y consiguió recoger a tiempo toda la tripulación a
borde de su nave para evitar el desastre. Todos llegaron a Galapajarre sin
sufrir la desintegración ni insolación, igual de frescos que las rosas.
El tiempo no perdona, y las
hadas tenían los minutos contados antes de convertirse de nuevo en chicas
normales con sus obligaciones cotidianas. La magia de la narración de
Galapajarre estaba a punto de expirar. Ambas cogieron el tren cantando En
sortant de l’école para ponerlo en marcha. Natty bajó del trenecito en
Madrix donde le esperaba calurosa bienvenida con un colorido desfile. Mag
siguió hasta BarXelona, donde al bajarse del tren le saludaron los truenos,
efectos directos de la excesiva carga energética de la chakra Si Canto No Peso
de Galapajarre. El calor de la dehesa se fundía y se posaba en forma de bruma
espesa sobre BarXelona. Esto rizaba y desordenaba el pelo de Mag más aún. El
horizonte permanecía difuso.
*Los personajes y hechos retratados en
este relato son completamente ficticios. Cualquier parecido con personas
verdaderas o con hechos reales es pura coincidencia.
Magdalena Plocikiewicz - 7 de Julio de 2019
("Informe" remitido por Magdalena tras pasar 24hrs en Galapagar con motivo de la Fiesta de fin de Temporada IV :) ¡Muchas gracias Magdalena por venir desde Barcelona a transmitirnos tu entusiasmo y positividad!)
Muchísimas gracias, amig@s! Fue una experiencia inolvidable! Abrazos!!!
ResponderEliminarHola soy Carmen . No sé si tenéis previsto reanudar el club de lectura después del verano y si es así cuando y como os reunís???. La verdad es que no tengo mucho tiempo pero me gustaría añadirme. Gracias
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